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Autor: Maylin Hernández
A todos nos gusta vernos bien. Elegimos qué ponernos según la ocasión, ropa formal para la oficina, algo más relajado para salir con amigos o ese outfit especial para una fiesta. En muchas ocasiones, sin pensarlo dos veces, vamos directo a comprar algo nuevo que ponernos acorde al momento. Pero… ¿alguna vez te has preguntado qué hay detrás de esa prenda que te encantó y que acabas de comprar?
Un jean que cuesta más de lo que parece. Por ejemplo, ¿sabías que fabricar un solo par de jeans puede requerir hasta 7.500 litros de agua? Eso es lo que una persona promedio consume en siete años. Y no solo es el agua: también se usan químicos tóxicos que contaminan ríos y suelos, a su vez, algodón con el que se hacen muchas prendas se cultiva con pesticidas que dañan ecosistemas enteros.
Cada año se producen más de 92 millones de toneladas de residuos textiles, lo que equivale a un camión de ropa desechada cada segundo. Solo el 1% de esa ropa se recicla en nuevas prendas.
El problema no termina ahí. Aproximadamente, el 35% de los microplásticos en los océanos provienen del lavado de ropa hecha con materiales sin sintéticos como poliéster, nylon o acrílico, materiales que muchos de nosotros usamos de manera diaria. Estas diminutas fibras terminan en ríos y mares, afectan la vida marina y, eventualmente, regresan a nosotros a través de la cadena alimentaria.
El lado humano de la moda barata
En países como Bangladesh, Camboya o India, millones de personas —sobre todo mujeres y niños— trabajan en condiciones extremas: calor, jornadas de más de 11 horas, sin protección, sin derechos y por sueldos de 0,20 USD la hora. En algunos casos, los niños son preferidos por tener manos pequeñas y ser más “económicos”. Se les expone a pegamentos y químicos que pueden causar daños irreversibles a su salud.
Y, mientras tanto, esa prenda que costó centavos en mano de obra puede venderse hasta 50 veces más cara en una tienda.
Marcas como Zara, H&M, SHEIN o Bershka producen millones de prendas al año bajo el modelo del fast fashion, que se basa en fabricar grandes volúmenes de ropa a bajo costo, vender rápidamente y fomentar un consumo constante. ¿Cómo lo logran? A través de una maquinaria de marketing que combina redes sociales, influencers, microtendencias y algoritmos que detectan lo que está de moda casi en tiempo real.
Este modelo no solo acelera el ritmo de producción, sino que también acorta el ciclo de vida de las prendas: ropa diseñada para durar poco, tanto en calidad como en relevancia estética. El resultado es una cultura de usar y desechar que genera toneladas de residuos textiles cada año.
Mientras estas empresas reportan ganancias multimillonarias, los costos reales, sociales, ambientales y éticos los paga el planeta y las comunidades más vulnerables.
Este modelo no solo acelera el ritmo de producción, sino que también acorta el ciclo de vida de las prendas: ropa diseñada para durar poco, tanto en calidad como en relevancia estética. El resultado es una cultura de usar y desechar que genera toneladas de residuos textiles cada año.
La moda no tiene que ser sinónimo de daño. Podemos vernos bien, sentirnos bien y hacer el bien al mismo tiempo. Todo empieza con una decisión: elegir con propósito.
Para la industria textil, ser sostenibles ya no es opcional: es clave para seguir siendo relevantes. Usar materiales reciclados, producir de forma ética y ser transparentes no solo reduce el impacto ambiental, también construye confianza y fortalece un modelo de negocio a largo plazo.
Ahora que ya sabes todo esto, la verdadera finalidad de este artículo que estás leyendo es reflexionar sobre cómo podemos mitigar el impacto ambiental de la moda, hacer las cosas de forma diferente y contribuir con buenas prácticas que sumen al cambio.
Hablemos del Upcycling
Una de esas buenas prácticas es el upcycling, una técnica dentro de la moda sostenible que consiste en transformar prendas viejas, dañadas o en desuso en piezas nuevas, con mayor valor estético y funcional. A diferencia del reciclaje tradicional, el upcycling no descompone los materiales, sino que los reinventa: se trata de darles una segunda vida con creatividad, estilo y conciencia ambiental.
Para entender mejor cómo se aplica esta filosofía en Venezuela, tuve el privilegio de conversar con Sanoja, una marca zuliana que ha hecho del upcycling su bandera. Ellos rescatan textiles que de otro modo terminarían en la basura y los convierten en prendas únicas, llenas de historia y personalidad. Desde chaquetas intervenidas hasta accesorios hechos con retazos, Sanoja demuestra que la moda puede ser responsable sin perder autenticidad.
Conversando con Sanoja: El hilo del cambio
¿Qué significa para ustedes hacer moda con propósito?
“Para Sanoja, hacer moda con propósito es un acto de profunda honestidad y amor por el planeta. No es solo un concepto bonito, sino una misión innegociable: ser transparentes sobre el impacto de la industria y asumir la responsabilidad de reducirlo al máximo. Elegimos la circularidad porque es el camino más sincero para trabajar. Se trata de negarnos a desechar lo que aún tiene potencial, dándole a cada fibra una segunda vida cargada de historia. En resumen, demostramos que la belleza y el diseño no tienen por qué costarle la salud a la Tierra.”
¿Cuál es el mayor reto de hacer moda sostenible en Venezuela?
“El reto es significativo, y se divide en dos frentes principales: lograr la rentabilidad y el crecimiento sosteniendo un modelo ético en un mercado dominado por importaciones masivas de bajo costo.
A nivel operativo, el upcycling requiere recolección, clasificación y transformación de prendas usadas, lo que eleva los costos y demanda mano de obra calificada.
A nivel cultural, aún existe resistencia hacia la ropa ‘usada’, aunque poco a poco se está entendiendo como diseño único y ético.”
¿Cómo educan a sus clientes sobre la importancia de la moda sostenible y el valor de lo que están comprando?
“Nuestra estrategia se basa en tres pilares:
- Narrativa emocional y exclusividad: cada prenda tiene alma y propósito.
- Transparencia del proceso: mostramos el trabajo detrás de cada pieza, desde desmontar hasta reconstruir.
- Experiencias y canales directos: usamos plataformas digitales y eventos como las ‘Estaciones Sanoja’ para sensibilizar y conectar con el consumidor.”
¿Y tú, te animas a ser parte del cambio?
Reciclar tu ropa, darle una segunda vida, elegir marcas responsables o simplemente cuestionar tus hábitos de consumo ya es un paso enorme. Cuidar lo que ya tienes —lavando menos, usando agua fría y secando al aire libre— ayuda a reducir el desgaste y alarga la durabilidad de tus prendas. Comprar de segunda mano, investigar las marcas que eliges y apoyar a diseñadores locales como Sanoja son acciones que suman a una moda más consciente.
La moda sostenible no es una tendencia pasajera, es una forma de pensar, de crear y de vivir. Y sí, también te hace ver más cool: porque vestir con propósito es vestir con poder y autenticidad.
@sanoja_
Maylin Hernández – Abogado de la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho, Coordinadora de la Gerencia de Servicios Binacionales, Especialista en Asesoramiento Consular
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